Lotería PBA: ya hay diez anotados y postulan a Máximo

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Por: Pablo Ibáñez (*).-  Cuando Cristina de Kirchner, por la tarde de hace tres lunes, habilitó a Julián Domínguez para degollar su improbable presidencialidad para bajar a disputar el sillón que ocupa Daniel Scioli, declaró abierta la temporada electoral bonaerense que presenta una inédita proliferación de candidatos: ayer, el malón de anotados K para la gobernación redondeó la decena mientras, en un pase de picardías y magias, se desliza que hasta Máximo Kirchner, bonaerense de cuna, podría entrar en esa grilla.

Fernando «Chino» Navarro, diputado provincial y cojefe del Movimiento Evita (M-E) se convirtió ayer en el décimo elemento del cóctel K bonaerense. Sobre ese tablero transitan desde 2014 el matancero Fernando Espinoza, Diego Bossio, de ANSES, y Juan Patricio Mussi, alcalde de Berazategui. En el verano, el viceministro de Desarrollo Social, Carlos Castagneto, se lanzó oficiosamente con una campaña en las rutas. Recién después de la bajada de Domínguez, Sergio Berni voceó su deseo -y lo usó para salir del entrevero Nisman– y Martín Insaurralde, tras un zigzagueo entre Tigre y La Plata, revivió su fe sciolista, se alineó con el gobernador y horas atrás confirmó su plan para sucederlo.

candidatos

Santiago Montoya, vice del grupo BAPRO, exrecaudador de inconfundible tonada cordobesa, ensayó hace meses una apuesta por la gobernación que fluctuó según el «tester» de Scioli y la relación con el gobernador. Ahora se declara como «el único continuador», eufemismo lineal para decir que es el candidato de Scioli, pero Scioli tiene sólo un candidato: Scioli.

Gabriel Mariotto, comisario que Cristina de Kirchner puso para que abrume a Scioli, navega entre el deseo de ser y el pudor de evitar autopostularse, ante lo cual Alberto Pérez, jefe de Gabinete, le dedicó una gentileza y lo mencionó como heredero. Lo alcanza, como a Montoya y como a Insaurralde, el trauma de que Scioli, además de sólo preocuparse por su postulación, no tiene a priori ningún interés en incidir sobre quién se hará cargo de la provincia cuando él abandone La Plata.

El malón de candidatos es un complejo en el que se entrecruzan egos y miserias. Insaurralde, el señor MI, es el imán de todas las furias por sus devaneos massistas, pero, más que nada, porque está en el top de los que mejor miden. Con Mariotto se desprecian hace tiempo, Domínguez lo destrató cuando aterrizó en el Congreso y Bossio lo zamarrea cuando puede. Espinoza, a quien Insaurralde apoda «Cacho» Rubio, confronta con el lomense, y Navarro pactó una convivencia con MI.

Domínguez salió con un libreto apócrifo de «bendecido» por Cristina de Kirchner a hacer campaña y ganar el conocimiento que no pudo ganar como presidenciable. Bossio, tocado por la expulsión de Juan Carlos Mazzón, cascoteó al de Chacabuco con el argumento de que «la gobernación no puede ser un premio consuelo». El palo aplica también, aunque esa chance parece descartada, para una eventual irrupción de Florencio Randazzo en el «green» bonaerense.

A Domínguez le sugirieron que, a diferencia de Randazzo, modere sus críticas contra Scioli. Berni y Montoya se vieron en Zárate, mano a mano: el primero le ofreció al segundo que sea su asesor económico; el segundo al primero, que sea su asesor en seguridad. Los dos se retiraron convencidos de haber convencido al otro. Navarro se sumó como parte de una lógica global del M-E que arma un partido político para tener sello propio y así como postuló a Jorge Taiana como presidente, lanzó candidatos en provincias y municipios. Ante esa superpoblación, Cristina de Kirchner deberá intervenir o quizá deje hacer como en Capital.

(*) Analista político. Periodista en Ambito Financiero

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